sábado, 20 de septiembre de 2014

MOSTAR


Estando tan cerca de Sarajevo (o visto de otra manera: en un futuro cercano no prevemos estarlo más), no hemos querido dejar pasar la oportunidad de visitar Bosnia y Herzegovina.
La primera parada ha sido en Mostar. Aparcamos a eso de la una, y nos recibe la voz del muecín llamando a la oración. Las diferentes costumbres religiosas me persiguen, y sí, estos también me inquietan...
Parece mentira que aquí estuvieran en guerra y sufrieran un cruento asedio hace 20 años. Y no porque no se vean las huellas, muy visibles aún en muchos edificios, sino porque la vida que se ve es la de cualquier lugar turístico de los que hemos visitado hasta ahora: puestos de souvenirs, turistas cámara en ristre por doquier, locales preparados para acogerlos...
Nos hemos apartado un poco de lo más turis, y me he encontrado a mí misma escrutando las miradas de los lugareños como si todavía fuera a encontrar el horror de sus vivencias en el fondo de sus ojos. Y lo que he encontrado es básicamente simpatía y amabilidad, y bastante alegría. Eso sí, no sé lo que pensarán cuando nos ven fotografiar los edicios agujereados o a medio derruir como si fueran un atractivo turístico más, supongo que eso ya les escocerá más.


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