No sé muy bien cómo empezar. Esta ciudad es difícil. Me ha dejado una sensación extraña. No he acabado de estar a gusto. Es extensa, muy extensa. Desanjelada, diría yo. Cada cosa está en una punta. Supongo que antes no sería así. Ahora no hay un City Center, todo está recolocado. Lejos. Menos mal que a cada rato hay alguna instalación artística.
Al lado de este parque, el de Doña Casilda es como de juguete. |
¿Y qué hace un turista cuando todo está cerrado? Lo normal sería ir a tomar algo, y ver cómo socializan los lugareños. Buscar una terraza agradable donde ver pasar al paisanaje. Pues tampoco. No hemos encontrado ninguna zona donde se concentren bares y restaurantes, y, por lo tanto, gente. Y los que nos han gustado estaban cada uno en un extremo: un pub donde servían buena comida al que fuimos s comer, una cafetería de una galería de arte, y, este sí, un bar de moteros que nos quedaba cerca del hostel.
Por fin he visto pingüinos. |
Me quedo con Wellington sin dudarlo.
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