sábado, 21 de febrero de 2015

CHRISTCHURCH II


No sé muy bien cómo empezar. Esta ciudad es difícil. Me ha dejado una sensación extraña. No he acabado de estar a gusto. Es extensa, muy extensa. Desanjelada, diría yo. Cada cosa está en una punta. Supongo que antes no sería así. Ahora no hay un City Center, todo está recolocado. Lejos. Menos mal que a cada rato hay alguna instalación artística.

Al lado de este parque, el de Doña Casilda es como de juguete.
Y tiene unos horarios imposibles: las tiendas cierran como tarde a las 6, los museos a las 5-5:30, los fines de semana un poco antes... Mejor ni os cuento cómo son las zonas comerciales fuera de una instalada en contenedores cerca de la catedral.


¿Y qué hace un turista cuando todo está cerrado? Lo normal sería ir a tomar algo, y ver cómo socializan los lugareños. Buscar una terraza agradable donde ver pasar al paisanaje. Pues tampoco. No hemos encontrado ninguna zona donde se concentren bares y restaurantes, y, por lo tanto, gente. Y los que nos han gustado estaban cada uno en un extremo: un pub donde servían buena comida al que fuimos s comer, una cafetería de una galería de arte, y, este sí, un bar de moteros que nos quedaba cerca del hostel.

Por fin he visto pingüinos.
Me ha dado la impresión de que Christchurch era (¿es?) una ciudad de provincias un tanto conservadora (es la sede de la iglesia anglicana) en la cual la juventud y movimientos artísticos y alternativos se están abriendo camino aprovechando la necesidad de regeneracion que provocó el desastre sísmico. Pero que todavía es un poco opaca para los foráneos. Es una intuición fundamentada en nada concreto, es más un pálpito (muy) personal que otra cosa. Pero es mi impresión y eso es de lo que va este blog.


Me quedo con Wellington sin dudarlo.

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