El camino sigue el curso del rio Marsyangndi, río que nace en el lago Tillicho, el más alto del mundo (dicen, está a 5200 m), y que acaba desembocando en el Ganges. A medida que avanzábamos el río se ha ido estrechando y encajonando. Sobre él van vertiendo sus aguas innumerables cascadas, a cual más espectacular.
Hemos visto pequeños campos de arroz, maiz, y en algún momento también plantas de marihuana entre las ortigas, señal de que antes se cultivaba por aquí (lo dicen las guías). No, no he cogido ninguna para llevar...
El río se ha abierto un poco al llegar a Tal, un bonito pueblo de aspecto tibetano, con casas pintadas y absolutamente acondicionado para el turismo.
Podíamos habernos quedado aquí a dormir, pero un exceso de testosrerona (por parte de ambos) nos empuja a continuar 2 horas más al siguiente pueblo, nos viene mejor para mañana. A pesar del sobreesfuerzo, esa parte es, con diferencia, la más bonita del día, y la luz de la tarde y la escasa compañía hacen de este final algo realmente placentero.
En resumen: 10 horas a la intemperie (concepto acuñado por Jota), unas 8 de andar efectivo.
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