martes, 15 de marzo de 2016

ENCUENTRO VASCO-ASTURIANO


He pasado el fin de semana en Cangas de Onis. La excusa: celebrar los cumpleaños de Esther y de Espe. Una asturiana y una vasca. Nos hemos juntado 7 vascos, 3 asturianos y un perrín. Por qué en Cangas no lo sé. A mitad de camino no está.
Hemos dado dos estupendos paseos. Bueno, el primero fue un intento, había tanta nieve que costaba mogollón avanzar y desistimos. De los 10 sólo dos tenían raquetas.
El segundo fue impresionante. La carretera a los Lagos de Picos estaba recién abierta: poca gente, mucha nieve, nieve virgen, inmaculada. Un sol reluciente, una luz espectacular. Y todos con raquetas. Menos el perrín, claro.


Ya entiendo por qué antes no me gustaba la nieve. Íbamos con los pantalones viejos (vaqueros o de pana, normalmente), con jersey y guantes de lana, todo materiales que en cuanto se mojaban pesaban un chingo, se acartonaban y se congelaban rápidamente; no os digo nada del calzado: o botas chirucas que calaban enseguida, o catiuscas tan heladoras que ríete tú de las congelaciones de los alpinistas. Aquello era un horror, aterida de frío y sin sensibilidad, a los 5 minutos yo ya me quería marchar.
Pero ahora, con unas buenas botas (lo más imprescindible), un pantalón técnico y algo que no cale mucho por arriba (a falta de Goretex, un buen chubasquero y un paraguas cumplen a la perfección) la cosa es mucho más llevadera y si el día sale bueno es un verdadero placer caminar por los paisajes nevados.


Y el montañero revelación ha revalidado su título. Habrá que cambiarle de etiqueta, digo yo que en algún momento tendrá que pasar a otro estatus.

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