miércoles, 10 de mayo de 2017

HEMOS INVADIDO SORIA

Aquí estamos, en plan reivindicativo: era 1 de mayo.
Pues sí, hemos programado un encuentro astur-vasco entre amigos, y ha resultado ser una invasión en toda regla. Y eso que hemos sido menos que lo planeado inicialmente. Al final, sólo hemos estado 16. Dieciséis personas repartidas en dos casas en el pueblo de Molinos de Duero, bien situado para hacer las típicas visitas de Soria.

Para mí poco había nuevo, he estado en esa zona unas cuantas veces. Una de las ideas, que para mí hubiera sido novedosa, era subir al Pico Urbión, pero la meteo nos lo impidió. Sólo subimos hasta la Laguna Negra, visita siempre recomendable, aunque caigan chuzos de punta. Además, ya no hay que subir por la carretera, han habilitado una senda que te lleva desde el parking a la laguna en unos 40 minutos por una senda boscosa muy chula, y merece la pena.
Por el camino vi una imagen que me llamó poderosamente la atención. Un hombre subía un perro en brazos, metido en una cesta. Siempre me pregunto: ¿Qué necesiadad habrá? Y sobre todo, ¿le aporta eso algo al perro? Mejor estaría en casa al lado de la calefacción, digo yo.

Dejo de lado las reflexiones al margen. A falta del Pico Urbión, apunto como novedad reseñable Castroviejo (en Duruelo de la Sierra), una zona de prados salpicados de grandes rocas moldeadas que ofrece grandes vistas a pinares y a los valles circundantes. Un corto paseo permite disfrutarlo sin mucho esfuerzo. Tampoco conocía la Casa de Madera, en Revenga, una edificación moderna realizada en madera (pino soriano), vidrio y piedra (arenisca local) que alberga exposiciones interdisciplinares y que, creo, no dejará indiferente a nadie de la zona, y las cercanas tumbas antropomórficas, muy curiosas.

Calatañazor



Por lo demás, el Cañón del Río Lobos, El Burgo de Osma, Calatañazor (no llegamos a la Fuentona), Vinuesa... nos tuvieron muy ocupados.


Hemos topado con una curiosa tradición que desconocía por completo: la pingada del Mayo. Consiste en clavar un enorme tronco vertical en el centro de la plaza, sin ayuda mecánica, sólo con cuerdas y otro par de troncos a modo de aspa que sirven para ir enderezando el principal. No hemos asistido al momento de la alzada, pero hemos vivido los previos y los post, estos últimos en forma de verbena de pueblo y ha estado fenomenal. Alegramos mucho el baile, sí señora.



Dejamos Soria capital para el último día. Antes de partir nos juntamos para la foto de grupo. Cual turistas urbanitas que nunca han pisado un pueblo, nos quedamos embelesados contemplando el paso de un grupo de cigüeñas. Estampa bucólica que se rompió en cuanto a las susodichas aves les dio por ponerse a cagar(nos) sin contemplación. No hay documento gráfico de la desbandada (la nuestra, digo), pero fue inenarrable. Ahora entiendo por qué los lugareños no las estiman tanto.

Hay que fijarse en los detalles...
Lo que es poco más que un pueblo, Soria, tiene un potencial turístico enorme, y nos ha brindado visitas de primer orden. Cabe destacar San Juan de Duero, el pórtico de Santo Domingo y la iglesia de San Juan de Rabanera, diferentes manifestaciones de un románico sobresaliente que no se puede dejar de admirar. Aunque parezca increíble, en la decoración de algunos de ellos hemos encontrado escenas sexuales poco convencionales.


Numancia sigue intacta. No es que se hayan resistido, no. Es que para invadirla hay que hacer los planes con mucha más antelación que la nuestra. Hubiera estado bien, es una visita que tengo pendiente, pero para cuando lo miramos ya no se podía reservar. Por lo visto, no hemos sido los únicos en invadir Soria. Ni mucho menos. Los madrileños nos superaban en número considerablemente. Pero no en humor. Aunque todos pasábamos de los 50, todavía somos capaces de disfrutar como chiquillos.