viernes, 11 de abril de 2025

TRUJILLO Y ALREDEDORES


El viaje a Trujillo fue un poco relámpago. Llegamos casi de noche, y estuvimos sólo dos días, y no completos, porque el segundo cogimos un bus nocturno a las 20:30. Cusco-Lima, Lima-Trujillo. En avión. El viaje nos regaló uno de los atardeceres más bonitos que he visto en mucho tiempo. Prolongado, además, porque desde encima de las nubes se siguieron viendo los colores rojos, anaranjados, amarillos... por más de una hora. Espectacular. 

Una pena estar tan poco tiempo, porque me ha parecido que la ciudad tenía mucho para vivir. No tanto para ver. No es especialmente turística, apenas vimos unos pocos guiris. Pero se veía ambiente. Uno de los días hasta pillamos una feria de K-pop que incluía un concurso o demostración de imitaciones de grupos de ello la mar de curiosa.

Trujillo se llama así porque Pizarro era del Trujillo cacereño, y quiso darle su nombre a un lugar que tenía en muy alta estima. 

La consabida Plaza de Armas está rodeada de numerosos edificios de colores, incluyendo la catedral que es amarilla mostaza. Y los palacios tienen unas enormes ventanas enrejadas, muy trabajadas. Superchulas. De hecho, las fachadas pintadas de tonos pastel y la refería de sus casonas y palacios son los rasgos distintivos de la ciudad.

Muchos de esos palacios tienen apellido vasco: Urquiaga, Iturriaga, Chopitea... Simón Bolibar también anduvo por allí. Pero no investigué mucho sobre ello. 

Vimos una Casa del Pueblo. Lógicamente, no era del PSOE. Entramos por curiosidad. Sí era de un partido,  el APRA, y los señores que andaban por allí nos dieron toda suerte de explicaciones. 

Si te dedicas a recorrer los alrededores de Trujilo, y dependiendo de hasta dónde pongas el radio de acción, sí hay mucho que ver y hacer. 

Nosotras empezamos por la Huaca de La Luna, porque la del Sol no se puede visitar, aunque se ve a lo lejos. Son dos templos con forma de pirámide que construyeron los moches, una cultura preincaica. En las paredes de La Huaca de la Luna hay algunas formas talladas y policromadas, aunque es más lo que te tienes que imaginar que lo que se ve en realidad. Y como hubo unas lluvias torrenciales parece que se ha dañado parte de la estructura que protege el yacimiento, hay una parte que no se puede visitar y que a lo mejor era más espectacular que lo que vimos. A mí me decepcionó la visita.

Otro de las visitas es el yacimiento arqueológico de Chan Chan. Fue la iudad más grande de la América precolombina, y la capital del imperio Chimú, una de las culturas preincaicas. Es todo de adobe. Una pasada. Aunque mucho está reconstruido y eso le quita valor. Pero a mí me gustó mucho. 

Huanchaco era una aldea de pescadores y ahora es la zona de playa de Trujillo, a unos 15 km. Todavía quedan ukosnpoxos pescadores que salen a la mar mintados en sus caballitos de totora, que es como llaman a sus frágiles embarcaciones. Tiene una playa muy larga, y, por fin, chiringuitos con terraza. El viaje hasta allí en un colectivo fue inenarrable. Además del chófer va otra persona en el minibus, que es la que cobra y que va cantando el destino a voces por la ventanilla. Llegamos a la conclusión de que son privados, y que es por eso que van intentando captar clientes a voces, incluso cuando todos los asientos van ocupados. Y te meten prisa para subir, y casi más para bajar. Si pudieran, no pararían. Y se van adelantando unos a otros para llegar antes a las paradas. Una locura bastante divertida. 

Dimos un paseo, comimos estupendamente, y nos dimos un amago de baño, porque la mar estaba bastante revuelta, y había que andar con cuidado. La temperatura del agua: como en La Salvaje en verano.

Arriba están superpuestos 
los dos de abajo. Imaginación. 

Nos quedamos con las ganas de ir al Complejo Arqueológico El Brujo a ver a la Señora de Cao, una momia de una mujer mochica, tatuada, que habría sido una de las primeras gobernantes de la región y habría expadido la cultura moche por toda la región. Bastante gente nos había hablade ella cada vez que comentamos que íbamos a ir a Trujillo. Pero todo no puede ser, así que pusimos rumbo a la Cordillera Blanca para ver más paisajes naturales y menos ruinas.














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