sábado, 5 de abril de 2025

CUSCO


Nótese que lo he escrito Cusco, y no Cuzco. Nombre original Q'osco, que quiere decir ombligo en quechua. Capital de los incas, consideraban que era el ombligo de su mundo, del imperio inca. Como los españoles no podían pronunciar bien Q'osco, empezaron a llamarle Cuzco, y así quedó por muchos años. Ahora su nombre oficial es Cusco.

Es una ciudad de escaso medio millón de habitantes, con un centro histórico colonial impresionante. Sí, me repito, es que por aquí todo me lo parece y no tengo muchas más palabras. En algunos sitios, parecería que estamos en el pueblo originario de Pizarro. En muchas cuadras los españoles aprovecharon los muros incas como base para sus casas de paredes blancas,  cornisas barrocas, miradores y balcones de madera esculpidos profusamente,  y la combinación es maravillosa. 

En la Plaza de Armas destacan la catedral y la Iglesia de la Compañía. Está rodeada de casas con soportales y galerías miradores de madera que se podrían encontrar en un pueblo cualquiera de Extremadura o de Castilla. Antes de la llegada de los españoles, esta plaza estaba unida a otra aledaña, y sería enorme. 

Es una especie de botxo: está rodeado de colinas, y para ir a cualquier sitio hay que salir cuesta arriba. El callejeo se ve dificultado por el tráfico. No tiene calles peatonales, aunque a ratos cortan el tráfico en los alrededores de la Plaza de Armas. En los demás barrios en algunas calles apenas cabe un  coche, y en las aceras cuando pasa uno hay que ir de canto.

Dentro de la ciudad uno de los grandes atractivos es Coricancha. Fue un gran templo del sol, y hoy es iglesia y templo de Santo Domingo. Lo construyó el Inca (rey) Pachacútec, que tiene un par de estatuas en la ciudad y que tiene relación directa o indirecta con todo lo que vimos en Cusco, sus alrededores y con Machu Pichu.  Hoy apenas quedan unos soberbios muros incas. No tengo claro que la visita merezca sólo por ello. No sé si vale lo que se paga. 

Lo que tengo claro que no merece pagar es la Catedral. Uno de los atractivos que te venden es el Cristo de los Temblores, y no estaba en su sitio. Lo estaban preparando para la Semana Santa. Intenté regatear para ver si nos devolvían algo de dinero, pero lo más que conseguí es que nos dejaran volver otro día a verlo. No volvimos. 

El Mercado de San Pedro es un batiburrilo de puestos y cocinerías de lo más variopinto. Si uno quiere comer barato es el sitio perfecto. Si no se es escrupuloso, claro. Y no se piensa en las condiciones higiénicas de los puestos. Viajar con dos epidemiólogas no ayuda a superar esos escrúpulos. Cerca hay otro mercado, el de Cascaparo Chico, algo más auténtico. 

Me gustó mucho el barrio de San Blas, con su Cuesta, su Plazuela y sus callecitas estrechas llenas de tiendas de arte de artistas y moda locales, bares y restaurantes, la mayoría con sus puertas azules, un azul precioso. 

Habíamos comprado el boleto turístico, un boleto que te permite entra un montón de museos y sitios arqueológicos, y sin el cual no puedes entrar a algunos de los imprescindibles, por lo que sí o sí te lo tienes que comprar. El boleto incluía la vista al Centro de Arte Nativo, donde hubo un espectáculo de música y danza tradicionales. Estuvimos un ratito, una buena excusa para descansar.


Donde realmente tuvimos oportunidad de ver danzas folclóricas fue en un concurso de danzas que Caja Cusco organiza todos los años entre los empleados de sus diferentes sucursales. La bomba. La Plaza de Armas parecía Aste Nagusia. Cada sucursal ataviada con trajes típicos de la zona del baile elegido, ensayando antes de ir a presentarlo delante del jurado. Disfrutamos un buen rato. 


El otro gran atractivos arqueológico de Cusco es Sacsayhuaman. Está un poco a las afueras. Si se quiere ver todo el conjunto se puede ir en taxi o en colectivo,  pero a nosotras nos llevó amablemente un guía con el que coincidí en el hotel y al que le pillaba de paso el punto más lejano. Si sólo se quiere ver lo que sería nuestra tercera parte, se puede ir caminando unos 20 minutos. Eso sí, como ya he dicho, cuesta arriba. Y aquí estamos a 3400 m.y se nota.

Empezando por lo más lejano, la primera parada fue en Tambomachay. Era un lugar de descanso donde se puede observar un extraordinario sistema hidráulico. 

Cruzando la carretera está Puka Pukara, una fortaleza que domina todo el valle de Cusco de la que se desconoce si fue puesto de vigía, parada de viajeros o refugio de cazadores. 

La siguiente parada fue Quenco, previo viaje en colectivo por un sol cada una. Todo un dispendio. Quenco es una palabra quechua que quiere decir laberinto. Y, en efecto, en las ruinas hay galerías y canales que podrían hacer honor a ese nombre.

Y, por último, se llega al top. Lo que realmente se conoce como Sacsayhuaman. La parte a la que, queriendo, se puede llegar caminando. Aunque sólo queda el 20% de lo que había, lo que se ve es impresionante (otra vez). Se ven tres plantas de muros de lo que fue una fortificación, unos muros con unas moles de piedra, algunas de ellas de más de 300 toneladas, perfectamente ensambladas. El conjunto es bellísimo y de una armonía sin igual. Hay quien dice que son los muros más bellos del mundo. No sé si tanto, pero puedo asegurar que andan cerca del top.

Cusco se nos ha hecho una ciudad muy agradable, muy segura, al menos en la zona turística.  Se ve gran cantidad de policía,  alguna denominada turística.  Es una ciudad viva, vibrante, alegre, donde se pueden estar unos cuantos días. 

Ahora, tienen la costumbre de que todo el mundo vende sus excelencias. A cada poco te ofrecen tours, masajes, restaurantes, tiendas, o cualquier cosa que se pueda vender. Es agobiante. Por mucho que una quiera ser amable, a la centésima que alguien te entra es difícil sonreir y decir amablemente que no. Pero lo he conseguido. No he  ladrado a nadie.


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