Como iba diciendo, desde Ollantaytambo hay que coger un tren que te lleva a Aguas Calientes. Y allí un bus que te sube a Machu Pichu. No hay otra manera de llegar, a no ser que se vaya por alguno de los Caminos Incas, andando.El viaje el tren es una delicia. Todo el trayecto va siguiendo el curso del río, que bajaba embravecido. La temporada de llluvia estaba dando sus últimos coletazos. El montaje del tren es increíble. Deben de pensar que los turistas somos todos gilipollas. Te asignan una letra en el billete, una persona con un estandarte portando esa letra da voces, y te lleva en alegre biribilketa hasta el vagón que tiene tu letra. Que la tiene bien grande. Y si digo biribilketa es porque los porteadores de letras van bajando con música y bailando. Más tarde, ya en el vagón, dos pobres trabajadores del tren representaron/cantaron una leyenda inca. Inenarrable. No nos merecíamos semejante performance. Pero se te hace el viaje más corto, hay que reconocerlo.
Aguas Calientes es un pueblo absolutamente anodino, caro, lleno de hospedajes y restaurantes sin encanto, por el que nadie pasaría si no fuera porque es el único punto de entrada a Machu Pichu. O llegas caminando, o pasas por Aguas Calientes.
En Aguas Calientes hay que coger un bus. Más de lo mismo. Montón de currelas dirigiendo a los turistas a los buses. Como si no supiéramos hacer cola e ir montando en los buses hasta que se llena uno, se va, y te tienes que montar en el siguiente. El bus sube pegado a un desfiladero los casi 400 m de desnivel que hay que superar para llegar a la entrada. El paisaje es fascinante, y las escarpadas paredes y las montañas que se van viendo, cubiertas de una exuberante vegetación que a mí me pareció tropical, tremendas.
Machu Pichu podría ser una ciudadela inca más, si no fuera por su extraordinario emplazamiento, su dimensión y la calidad de su construcción. Está enclavada en la cima de un peñón inexpugnable, con varias montañas detrás, lo que hace que su ubicación sea inigualable.
Se ven las ruinas, más o menos completas, de 200 viviendas, bastantes Palacio, dos templos y varios oratorio. Y las consabidas terrazas. En este caso, muchas son de cultivo, pero las hay también que servían de afianzamiento de los muros perimetrales.
Desde hace unos pocos años, hay que elegir entre tres circuitos a la hora de visitar Machu Pichu. Cada uno te permite ver sólo parte de la ciudadela. Hay que pensárselo muy bien, porque no admiten cambios. Nosotras elegimos el número 3, que incluye la subida al Huayna Pichu, la pequeña montaña que está al fondo de las ruinas y que constituye parte inseparable en la típica estampa que todos tenemos en mente cuando imaginamos Machu Pichu. Pero no pudo ser, estaba cerrado. Había llovido mucho los días anteriores, había habido hasta inundaciones en algunas zonas, y la subida está plagada de escalones resbaladizos. Casi lo agradecimos. La subida es bastante potente y la altura nos tenía un poco desfondadas. Así que hicimos el número 2, que es el que te permite recorrer una gran parte de la zona baja de la ciudadela, y pasar por un mirador desde donde se puede hacer la foto más clásica. Salvando a las miríadas de gente que quiere hacer la misma foto.
Nos llovió bastante, pero la niebla se disipaba a ratos y nos permitió disfrutar de la visita y de las vistas. Como no dejan usar paraguas, capa y a correr. Ni la cantidad de gente, que debía ser poca comparando con la que habrá en temporada alta, ni la lluvia pudieron con nuestro ánimo.
Menos mal que los conquistadores españoles no conocieron su existencia, si no igual hoy no podríamos disfrutar de esta maravilla. No fue descubierta hasta 1911, cuando un americano que andaba buscando una ciudad perdida donde él suponía que había escondidos fabulosos tesoros incas la encontró.
Parece documentado que los incas no contaban con mucho equipamiento de ingeniería para la construcción tanto de Machu Pichu como de tantas construcciones que hemos vistp. Nada de ruedas, palancas ni poleas. Sólo sogas, planos inclinados, cuñas, terraplenes, tierra, troncos. Y con eso levantaron muros, ciudadelas, templos increíbles. Las características de la construcción inca son la solidez, que son sismorresistentes, y la sencillez, a pesar de la monumentalidad de sus estructuras. No tiene apenas ornamentos, pero su simetría los hace singularlarmente bellos. Está claro que conocimiento tenían, y eso suplió toda las demás carencias. Y lo que más llama la atención: no usaban nada para unir las piedras que forman sus muros y paredes. Todo era puro encaje sin necesitar de ninguna argamasa.
Me daba un poco de miedo la visita a Machu Pichu. Visitar un lugar tan visto en fotos, en reportajes, con una expectativa alta, era arriesgado. Pero ha pasado la prueba con nota. No defrauda. Es más. Me da igual repetirme para expresar lo que sentí. Es realmente impresionante.
Tal que como acaba el relato:
ResponderEliminar"es realmente impresionante"