Lo primero, visita al mercado, pequeño pero completo, con puestos estables de carne, pescado y quesos, y sección fruta al aire libre.
Después, Santa Maria in Trantevere, una de las primeras iglesias de Roma. Tiene unos estpendos mosaicos, unos en la fachada, y un santo al que la gente escribe pidiendo cosas. Cosas de lo más variopintas, como una de las amigas con las que vine la vez anterior, que pidió que el Athletic no bajara mientras ella viviera. Le tuvimos que pedir que reformulara su deseo, la veíamos atropellada por el tranvía, que la situación del Athletic entonces no parecía que la pudiera arreglar ni Dios.
Y a callejear. Las calles y callejuelas del Trastevere tienen un encanto especial, digo yo, y un cierto aire melancólico, diría Reverte. En cualquier rincón se esconde una iglesia medieval, un campanario románico, un palacio o casona de cualquiera sabe qué época... Y multitud de bares y restaurantes, algunos con los precios más asequibles de toda Roma
Hemos vuelto al Campo di Fiori, mucha más actividad que el martes, y al Panteon, no he quiero irme sin verlo otra vez.
Hoy todo está a rebosar, último fin de semana antes de Navidad, las calles son un hervidero. Roma rebosa actividad. La mayoría italianos, esta época es temporada baja turísticamente hablando, eso nos ha permitido disfrutar de Roma mucho más relajadamente.
Volveré.