martes, 17 de septiembre de 2019

DE VUELTA A LAS MONTAÑAS



Esto del blog es guay. Llevo ya dos semanas en Bilbo, y aquí estoy, revisando fotos, escribiendo, esto me permite seguir en Eslovenia, aunque sea virtualmente. Recordar momentos, anécdotas, escoger las fotos... hace que las vacaciones no se olviden tan rápido como acostumbran en cuanto empiezas con la rutina laboral.
Me pongo otra vez en modo esloveno. De Piran, en la costa, volvimos a las montañas, al Parque Nacional del Triglav. En la zona de los lagos nos acercamos por el este y por el sur, esta vez les tocaba al norte y al oeste. Mi idea de subir el Triglav ya estaba totalmente desechada.
Antes de poner rumbo a nuestro destino, nos desviamos media hora para ver una pequeña iglesia, la iglesia fortificada románica de Hrastovlje, una joyita con unos frescos maravillosos de 1490.


La ruta elegida para volver al norte  pasaba por otra de las zonas vinícolas, la de Boriška Brda. Esta vez sí, esta vez sí vimos extensos viñedos. Fuimos disfrutando del paisaje, por carreteras secundarias, parando donde apetecía... Una delicia. En este recorrido pasamos por Nova Gorica, ciudad creada en 1947, cuando Italia se quedó con Gorica, y los eslovenos construyeron esta nueva ciudad con criterios modernos. Exactamente, la guía pone que siguieron los preceptos de la arquitectura moderna de Le Corbusier. No paramos, pasamos con el coche siguiendo los carteles de Centro, y no fuimos capaces de distinguir la diferencia de esta ciudad con cualquier otra que no haya seguido dichos preceptos. Claro que de arquitectura entendemos poco.

Para acabar el día, nos dirigimos a la población de Most na Soci. Es un pueblo a la vera de un pantano (nos dimos un buen baño)  donde puedes montar el coche en un tren y dirigirte al norte. Te ahorras unas cuantas curvas y es una experiencia. No es que montes el coche en un tren, es que viajas dentro de tu propio coche, subido a una plataforma-vagón. Te permite pasar por zonas que de otro modo son inaccesibles. Me entró el antojo de usar ese modo de transporte desde que leí de su existencia. Y disfruté como una chiquilla. Nosotras lo cogimos hasta Bohinjska Bistrica, y de allí hasta Grozd Martuljec, localidad donde íbamos a pasar dos noches, nos quedaba otra horita.



La zona de Kranska Gora es una excelente base para hacer rutas, Para ser un importante centro de esquí, el pueblo tiene bastante encanto. No está lleno de horribles y altos edificios de apartamentos como las estaciones de esquí de por aquí. Como curiosidad os diré que fue en esta zona donde realizaron el salto de esquí que todavía ostenta el récord. Están muy orgullosos de sus pistas y trampolines de salto. No me quedó claro si además también tiene el trampolín más largo para hacer los saltos. Muy cerca están la Reserva Natural Zelenci, una pequeña maravilla natural muy accesible con unos lagos y pantanos de un color espectacular..

Hemos hecho dos rutas por la zona. La primera no se ubica exactamente en el Parque del Triglav, pero ofrece unas vistas espectaculares de sus montañas. Para variar, las cumbres estaban nubladas. Es una ruta circular que se podría hacer en unas 3 horas. Y lo hubiéramos conseguido si no fuera porque empecé a ver un montón de setas. Y no podía pasarlas por alto. Al final recogí lo suficiente par hacer unas patatas con níscalos para cenar, y para hacer un pintxo de gibelirdiñes para cada una. Os voy a confesar que al principio había poca confianza en mis conocimientos micológicos entre mis compañeras de viaje, pero al final cenaron a gusto. Incluso alabaron mis dotes culinarias. Eso sí, lo primero que comentaron al despertar fue: Parece que estamos bien.



La segunda fue subir al Slemenova Špica (1906 m) desde el paso Vršič, puerto de montaña de 25 curvotas (las numeran como en Dolomitas) que sube a 1611 m. Es una ruta de 3 horas también, muy asequible para todos los públicos. La guía que llevé la califica como uno de los mejores paseos que se pueden hacer en la zona. Cualquiera de las otras rutas más recomendables requería otro esfuerzo y otro conocimiento de la zona. Y en efecto, esta era para todos los públicos. Frecuentada más que el Gorbea, os informo. Creo que en Eslovenia es difícil encontrar sitios poco frecuentados en la montaña, hay mogollón de afición a la montaña, pero este, debido a su poca exigencia, y a que es muy chulo, estaba petado. No os digo más. Jamás había visto a ovejas acercarse a los humanos a pedir comida, dejarse tocar... Alguna incluso les robó a unos excursionistas una bolsa de plástico con comida.



En la cumbre. Eva se aburrió de esperarnos.

En la foto se ve la Capilla Rusa, hecha en madera en 1916 en honor a los miles de soldados rusos que murieron contruyendo la carretera del puerto de montaña del paso Vršič.

La última noche la pasamos en Kobarid, otra pequeña y agradable localidad al sur del paso Vršič, con una significativa historia en la 1ª Guerra Mundial. Tienen un museo dedicado a ello. A reseñar el restaurante Hisa Polonca, por si pasáis alguna vez por allí. Allí hicimos la última cena, como Jesús, en nuestro caso la última que hacíamos en Eslovenia. Y estuvo muy bien. Fue un buen colofón al viaje.

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