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Palacio de la Moneda |
Vamos con el turismo, que a eso vine. Yo me he alojado en el barrio Brasil. Me parece una buena opción a mitad de camino entre el centro y otras zonas del oeste, y cerca de la parada del bus del aeropuerto. La guía habla de su esplendor decadente, pero yo he visto más decadencia que esplendor. Hay
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Ejemplo de casa con más arte que menos |
muchos edificios venidos a menos, llenos de murales y grafitis con más menos arte. Más bien tirando a menos. Cerca está el barrio Yungay, de similares características pero que parece se está poniendo de moda. La Oficina de Turismo ofrece una visita guiada por él, algo tendrá además de grafitis con más arte que en el barrio Brasil. Cualquiera de los dos barrios me ha parecido el paraíso para los ocupas, a juzgar por la cantidad de edificios abandonados que he visto. Pero también hay muchos bares y restaurantes, a precios más asequibles que en otras zonas. Aunque sea uno de esos barrios en los que no hay que caminar de noche.
Al oeste queda el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, un edificio brutalista (esto me lo chivado Patxi) inaugurado en 2010 para exponer y que no se olviden las atrocidades que cometió el gobierno de Pinochet. No entré, por la misma razón que no entré en Auschwitz en su día ni en el Museo de Srebenica cuando estuve en Sarajevo. No valgo para ver esas cosas, no puedo, sobre todo cuando ya sabes lo que pasó. Pero entraba mucha gente, familias, que salían comentando lo visto. Vamos, cuidando de la memoria histórica igual igual que en España.
Cerca está el Parque Quinta Normal, un pedazo de parque de 40 ha donde los santiaguinos practican deporte, pasea, hacen picnic y andan en pedaló. Y también una biblioteca enorme.
Lo que denominan Centro es una zona amplia, una especie de gran triángulo entre un río inmundo, la famosa Alameda, que no tiene álamos (los debió de tener alguna vez), y una autopista. Ahí están la plaza de Armas, centro simbólico de Santiago, el Museo Precolombino, el Palacio de la Moneda, el Mercado Central y los barrios Lastarria y Bellas Artes.
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Intentad leer lo que pone.
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El Museo Precolombino, que abarca muchos siglos y una amplia diversidad cultural americana antes de la llegada de los colonizadores. Objetos de cerámica negra y de colores, de piedras diversas, momias de Chinchorro, objetos de oro o plata, colecciones de textiles andinos, tallas de madera... innumerables objetos que observar con detenimiento porque cada uno es más alucinante que el otro. Calculad una mañana, que yo no soy de explayarme mucho en los museos, y en éste me tiré más de 3 horas, y eso que no es grande.
El Palacio de la Moneda está reconstrido, obviamente. Delante tiene 26 banderas de Chile, una por cada región del país. Pues tienen un problema, porque han reorganizado el tema y tienen una región más. Tendrán que romperse la simetría, o moverlas todas. La bandera que ondea sobre el Palacio tiene el escudo del país sólo cuando el presidente está en él. Cuando estuve yo andaba por Uruguay, así que tocó bandera limpia.
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El Mercado Central |
El Mercado Central, donde mayormente se vende pescado, está muy vendido al turista: la mayoría del espacio y de los puestos lo ocupan pequeños restaurantes donde te sirven el pescado y los mariscos que venden en él. No sé si nadie se animará a ir a hacer su compra habitual allí. Cerca, La Pijera, el único sitio de los que he estado que se podría asik8lar a lo que nosotros llamamos taberna.
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Centro cultural Gabriela Mistral |
Los barrios Lastarria y el de Bellas Artes, muy próximos, albergan el Museo de Bellas Artes, el de Artes Visuales y el Centro Cultural Gabriela Mistral. Todos absolutamente recomendables. Este último, su primera versión, fue construido para acoger una conferencia sobre cómo acabar con la pobreza. Manda c.... Luego fue sede del gobierno de Pinochet, que no quiso ocupar el Palacio de la Moneda, bueno al principio tampoco estaría muy habitable, digo yo, y ahora está renovado para convertirlo en un moderno edificio de acero corten.
En el barrio Lastarria hay un mercadillo, el primero que vi con algo de nivel. Hasta entonces, a pesar de anunciarse como mercados de artesanía sólo había visto vulgaridades industriales. Está al lado del MAV, y el domingo estaba más concurrido y con más puestos que otro día que pasé por allí. Vi mucha juventud, con pinta de alternativa y mucho tatuaje. Bueno, lo de los tatuajes es una pasada en todo el país.
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Esos pabellones son los mercados.
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Al otro lado del Río Mapocho (sí, el inmundo río tiene nombre), están los mercados de La vega, el de La Vega Chica, el Tirso de Molina, todos mercados de abastos conjugados con las cosas más insospechadas: desde electrodomésticos al lado de carnicerías hasta cosméticos al lado de la fruta. Y sus ingentes cantidades de puestecitos alrededor y gentes varias vendiendo lo que sea. Un hervidero de gentes varias. Que sepáis que me comí una fresas y unas cerezas de muerte. Y bien baratitas.

Y al lado de esa zona, el barrio de Bellavista. Fui porque tiene un funicular que sube al Cerro de San Cristóbal, pulmón de Santiago. El cerro tiene, entre más cosas, un santuario de la Inmaculada Concepción, poco más que una ermita, la verdad, y una pedazo de estatua de la interfecta que para qué, pero ofrece una vistas insuperables de la ciudad y muchos paseos que a lo mejor con otra temperatura se podrían recorrer. Y el barrio sólo tiene bares y restaurantes. Flipé. Luego ya leí que es la la zona de marcha, de
carrete le dicen aquí.
El Barrio Italia es el más alejado. Aquí también hay bastantes tiendas con cosas originales, librerías independientes y diseñadores locales, todo a lo largo de la Avenida Italia. En una de sus manzanas, en un edificio singular, se ubican restauradores de muebles y anticuarios. A pesar de estar de moda, parece que conserva algo de su personalidad obrera, porque aquí comenzó el movimiento social que dio paso a lo que se denomina el estallido social de 2019.
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El descanso de la guerrera al final del arduo y caluroso día |
Viajar sola hace que no haya podido palpar el ambiente de las zonas de bares ni el nocturno. Algún inconveniente tiene que tener. En fin. Pero me ha parecido una ciudad fácil a pesar del miedo que te inculca la gente cuando les cuentas que te vas sola. Como en cualquier lugar, hay que tomar las debidas precauciones. E informarte in situ. Y ya.
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