lunes, 20 de marzo de 2017

LISBOA II


Sigo en Lisboa. Imaginariamente, claro, qué más quisiera que seguir allí. Pero para ilustrar esta entrada estoy repasando las fotos y no me cuesta nada teletransportarme.
Lisboa es una ciudad luminosa, donde los colores de sus casas minimizan el punto triste y melancólico de sus calles. No fue así en nuestro caso, no tuvimos suerte con el tiempo y la luz se volvió escurridiza. Aun así, sus calles adoquinadas, sus fachadas de azulejos, sus tranvías y elevadores, el ascensor de Santa Justa, sus graffitis... le confieren un carácter especial, inalterable, como si el tiempo no pasara por ella.

Por desgracia, "aprovechamos"el peor día, metereológicamente hablando, para ir a Belem. Queriamos ver la Colección Berardo, en el centro Cultural de Belem, que pasa por ser una de las mejores muestras de arte contemporáneo, de entre las que se pueden visitar gratis, claro. Así que allí nos fuimos, saltándonos el Monasterio de los Jerónimos. Hay ciertas cosas que no merecen repetir visita. el manuelino llevado al delirio es una de ellas. Entre chupa y chupa cumplimos con nuestros objetivos, y dimos buena cuenta de unos tradicionales pasteis de Belem, en el típico de siempre. A pesar de las colas, a pesar de la producción en masa, siguen pareciéndome los mejores..

Volviendo de Belem, buscamos la LX Factory, un antiguo espacio industrial reconvertido ahora en isla cultural de manos de artistas, publicistas, arquitectos... Un reducto de moda y diseño, con una librería Ler Devagar (leer despacio, o algo así) de tres pisos, donde Pietro, un curioso viejito, tiene una exposición permanente de objetos cinemáticos (o sea, máquinas que se movían) ligados al concepto del tiempo, que él pone en marcha y explica a todo el que quiera escucharle. 


En el trayecto, quisimos ver el MAAT, un nuevo espacio que EDP ha construido (está construyendo, más bien) cerca de su antigua central eléctrica y que albergará el Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología. Por dentro está casi terminado, hay exposiciones en marcha entrando por la antigua central, pero el exterior está en obras todavía. En algún sitio he leído que tiene forma de almeja, pero a mi me pareció un tiburón. El edificio incluye un pasillo que superará la barrera que suponen en Lisboa las vías del tren, que separa la ciudad del río en muchos de sus puntos.

En el barrio de Graça encontramos una taberna donde tuvimos la oportunidad de escuchar fado. No os voy a mentir, a mí particularmente no me gusta mucho, por lo que me pareció la mejor manera de escucharlo. Una taberna cutre, donde los que cantaban no eran profesionales (de hecho, uno de ellos fue el propio tasquero), donde te pueden tomar una caña, escuchar dos o tres canciones y pirarte. Perfecto. Poco más tarde, nos empezamos a cruzar con montonazo de gente que iban con una rosa. Concha no se puedo resistir y ya les preguntó de dónde venían. De una manifestación del partido comunista.
Menos mal que había terminado, me veo participando en el tumulto. Parte de toda aquella gente se había reunido posteriormente en el edifico de A voz do Operario,sita en la calle homónima y sede de una institución benéfica nacida en el siglo XIX con el objetivo de publicar un periódico que informase sobre el movimiento obrero de los tabaquieros, (cuentan que el fundador se indignó por el tratamiento que habían dado los medios de la época a su forma de vida) y que hoy promueve la educación y la sanidad.


Como el día de vuelta volábamos tarde, aprovechamos para visitar el Parque de las Naciones, la zona donde se realizó la Expo-98. La parada de metro está en la Estación de Oriente, en la línea que lleva al aeropuerto y que tiene consigna. La estación es obra de Calatrava, y contra todo pronóstico, me gustó. Y eso que es muy Calatrava, y que yo ya voy predispuesta a lo contrario. Eso sí, también tiene dos pasarelas para salvar una gran avenida, cerradas al público, no sabemos si porque resbalan (que seguro que sí) o porque es un lugar muy goloso para tirarse. Con motivo de la Expo, también construyeron un puente sobre el Tajo, el puente más largo de Europa, con 17,2 km. La verdad es que llama la atención, se pierde en la distancia y la vista no da para abarcarlo.

Por lo demás, vida tranquila: entretenido y largo desayuno en el apartamento, callejeo, miradores, arte urbano y callejero, mil detalles que saltan a cada paso... y visita a la plaza de toros, que es una joyita de estilo neomudéjar con techo desplegable para poder albergar eventos varios todo el año. También hemos cenado en sitios muy recomendables. Y la última copa en el Bairro Alto. Y es que nos hemos alojado justo al lado del Miradouro de Alcantara, estratégicamente situadas para ir andando a muchos de los puntos de interés de Lisboa, y cerca, pero no en el meollo, de la zona de más ambiente. Hace tiempo que he hecho mía la teoría de Patxi y de Txus de que en las ciudades hay que alojarse donde puedas tomar un último trago antes de irte a casa andando. Os lo recomiendo, es un gusto.




1 comentario:

  1. Qué bien Idoia, aunque el plan con niños será diferente, tu historia me ha puesto ya en modo portugués, o sea, un gusto.

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