Hemos sido un grupo de 4, nosotros 3 y un francés mayoreto con el que nos hemos arreglado bien.
Para poder hacer la travesía hemos contado con una tropa: el guía, Baker Jamal, muy recomendable; un cocinero, al que hemos enseñado lo que es una tortilla de patatas y ensaladilla rusa; un ayudante de cocina que también hacía de porteador; y otros 17 entre porteadores y los que se encargaban de los caballos, dos (caballos y encargados, coincide), que nos acompañaron las primeras jornadas, hasta que los caballos ya no pueden avanzar por el glaciar. O sea, 20 personas para 4 caminantes.
Todo funciona como un reloj (pakistaní, pero reloj al fin y al cabo). Según van llegando al campamento se montan las tiendas, la cocina y el comedor, el cocinero se pone a lo suyo, y los porteadores se montan sus cubículos para dormir. En la mayoría de los campamentos ya hay una especie de rediles preparados, y se colocan ahí, tapándose con plásticos grandes si se ve que va a llover. Al día siguiente, después del desayuno, el engranaje se pone en marcha para desmontarlo todo, cargarlo y
Preparado para el lunch |
Algún día, sobre todo después de quedarnos sin la ayuda de los caballos, hemos asistido a alguna discusión sobre el reparto de la carga. No problema, aparece el que hace de encargado con un peso, una especie de dinamómetro, y a correr.
En eso que veis durmieron, a pelo |
Safety time, lo flipas cómo se atan. |
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