viernes, 26 de febrero de 2016
MAITASUN GUTUNEN LEHIAKETA
No soy una mujer romántica, no al uso, por lo menos. Creo que se nota aunque no se me conozca mucho. No me gusta San Valentín ni toda la parafernalia comercial que se ha montado alrededor. Me cuesta comprender a mis adolescentoides cuando están de subidón porque estrenan una relación o cuando viven sus desengaños amorosos cual tragedia griega. Pobres, lo que les queda todavía.
No os voy a hablar de amor, tranquis, voy a seguir contándoos cosas que hacemos bien en los centros educativos.
En mi centro, aprovechamos esa vena dramática de los adolescentes (aprovechan, yo soy la típica aburrida de mate) para trabajar un poco de lengua, da igual en qué idioma, y un poco de educación emocional, que les hace mucha falta. Más lo último, sin duda, no tienen muchas oportunidades de hablar de sentimientos y de expresarse sobre ello de una manera tranquila.
Una de las actvidades que más me gusta la suele dirigir una de las profesoras de Lengua Castellana. Consiste en que el alumnado aprenda versos clásicos de amor, y se los recite a otras personas. A algunos les toca venir a la sala de profesores y recitárnoslos a nosotros. Todavía me acuerdo de la cara de David, cuando le dije que esperaría a que tuviera 18 años para cobrarme el beso que me ofreció en el verso que le tocó recitarme. Creo que no va a volver de visita...
Otra de las iniciativas la organiza el profesorado de Euskara. Es un concurso de cartas de amor o de desamor, pueden elegir. Parece una moñez, pero hay un montón de chavales que aprovechan la ocasión para escapar del tópico y escribir a sus abuelos, no necesariamente fallecidos, a sus mascotas, a su padrastro que acaba de morir... Suelen ser muy emotivas, muy sinceras. Este año una de las más bonitas es de ficción, pero no por ello tiene menos mérito: un chaval de 1° se pone en la piel de uno que ha perdido a su novia en el atentado de la Sala Bataclán. Han sobresalido también una carta de amor a la Madre Tierra y otra de ruptura, de desamor al miedo. Grata sorpresa el éxito de público que hs tenido la lectura pública y la entrega de premios.
Aunque pensemos que los adolescentes son fríos, egoistas y poco empáticos, en ocasiones como estas nos enseñan otra cara. No está todo perdido, gente.... ¡todavía hay esperanza!
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