lunes, 17 de agosto de 2020

LA NUEVA ANORMALIDAD

Ibon de Anayet con el Middi al fondo.
Esta entrada tenía que haberse titulado "Reflexiones desde la calle". Era lo que tenia pensado. Pero he estado una temporada cortada de mí misma,, expresión que usa Espe cuando no te comportas o no estás como habitualmente.  (Me) han pasado muchas cosas y he estado de bajón total. Eso que has dado en llamar la nueva normalidad me ha afectado más de lo que yo pensaba, me ha costado mucho adaptarme. De hecho creo que no lo he hecho aún. Me he resignado, que no es lo mismo. Desde luego, me niego a llamar normalidad a esto que estamos viviendo.

Murió Natalia. Después de 60 días en la UCI, después de varias veces de "de esta sale, va mejor", alguna de las cuales ya os las he contado, llegó la peor de las noticias. Hubo que encargarse de eso, hacerse cargo de sus cosas, de guardar las que su hija quiere conservar.

El tema de quedar con las amistades, de tomar algo se ha vuelto un despropósito. Para mí, salir es ese momento de estar con la gente, de socializar, de desconectar. Peregrinar en busca de la terraza perdida, beber en la calle con miedo a que nos disuelvan... la sensación no me gusta nada y estoy saliendo poco.


Quise refugiarme en el txoko. Tampoco. Durante los primeros días del desconfinamiento, algunos días cometí lo que a mí me pareció un pequeño pecadillo: a última hora fuimos 3 o 4 amigos a tomar algo, por eso de huir del mal rollo de deambular en busca de alguna terraza o hacerlo después del toque de queda. Pero a lo que se ve no debía ser tan pequeño el pecadillo, hubo a quien le pareció mal y no quise repetir. Más tarde, el protocolo establecido para su uso me pareció tan marciano que esperé a la desescalada para ver si entonces recuperaba parte de lo que yo considero vida normal. Llegó el verano, nos hemos desperdigado, no nos podemos juntar más de 10... no he usado el txoko desde principios de marzo.

Ese repecho del fondo tuvo la culpa...

Después vino vaciar la casa de mi madre. Se la queda una de mis hermanas, eso hace ilusión, pero vaciarla ha sido un trabajo ímprobo. La de cosas que caben en una casa grande, sobre todo si eres una persna a la que le gustan los objetos y los recuerdos. Y no eres de tirar. Agotador, física y mentalmente. Así que a veces, me iba derechita a mi casa, sin ganas de quedar con nadie.

Y, para colmo, fui un fin de semana a Pirineos, supercontenta, allí sí iba a poder hacer vida normal, por lo menos mientras caminaba por el monte, y volví con una depresión total de lo mal que me encontré físicamente. Nunca, ni en mis primeros años de travesía con la BBK me he sentido tan floja. Y eso que fueron una jornadas superchulas, las fotos que acompañan a esta entrada dan buena fe de ello.




He tardado más de 3 meses en que me apetezca volver a escribir. Creo que he vuelto en mí. He estado otra vez en Piris, la semana de travesía de siempre. Y aunque he sufrido, me he ido encontrando mejor de día en día. Y he estado una semana en Conil con parte de la familia, muy relajante y terapéutico. Pero eso ya os lo contaré en sucesivas entradas.




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