jueves, 23 de agosto de 2018

ERNIO


Como estaba un poco necesitada de tranquilidad, he salido huyendo de fiestas de Bilbao. Mi higadillo también lo agradecerá. Destino: Getaria. La playa siempre sienta bien.

He sido testigo de la entrada a puerto de los últimos bonitos de la temporada. En concreto, al barco que he visto llegar sólo le cuota para pescar cimarrón, y de eso tampoco mucho. Se le veía un poco encabronado al marinero que lo comentaba: "en tierra no se gana dinero"
Como no sólo de playa vive esta mujer, me traje las cosas de monte, que estando sola es bueno compaginar planes. Y he subido al Ernio desde la venta de Iturrioz, un espléndido caserío hoy abandonado en el que se dice durmió San Ignacio de Loyola. Oh, ¡sorpresa! Por aquí pasa el Camino de Santiago. ¿Por dónde no?


La última vez subí con mi familia, en una de esas estancias que hacíamos en casa de Lourdes aquí, en plan comuna, 6 chiquillos y otros tantos o más adultos. La anterior, con Iñigo. Murió Manolete.

Es un monte chulo, con premio en el camino, esto es, con una taberna en las campas de Zelatun, paso casi ineludible subas desde donde subas.
Cuando fui con la family, decidimos quedarnos a comer en una de las bordas. Era un día cualquiera de verano. Eso debió de pensar el tabernero, porque había dado fiesta a la persona que le ayudaba y estaba desbordado. Nunca sabes por qué la gente se anima a echarse a los montes. El caso es que Imanol y yo nos ofrecimos y entramos a la cocina a ayudarle, a preparar lo nuestro se entiende. Yo a las ensaladas, Imanol a los huevos fritos. Estuvo bien. Como buen vasco, no os creáis que nos lo agradeció mucho, no creo que ni siquiera tuviera un detalle a la hora de cobrarnos. Pero nosotros cumplimos nuestro objetivo, que era dar de comer a toda aquella tropa. Supongo que fue una buena simbiosis.


Cuenta una leyenda que si pasas tu cuerpo a través de  los aros que hay en una gran cruz delmcamino se te alivian los dolores reumáticos. No lo hice entonces. Nimguna de las veces. Ahora tampoco. Espero que Dios (o el que se encargue de sostener esa leyenda) no sea rencoroso y no me castigue con los susodichos dolores en la vejez por descreída.





Pero el monte chulo empieza a parecer un cementerio. Cruces no me ha parecido que haya más que la última vez, alguna suelta por el camino, pero placas y pequeños monolitos fúnebres un montón. Da un poco de mal rollo. Y pensar que durante mucho tiempo yo también quise que mis cenizas fueran esparcidas allí... Más tarde pensé que dificilmente los que me sobrevivan iban a poder subir hasta allí, así que cambié el Ernio por San Pedro de Atxarre. Era un sitio especial para Iñigo y para mí, íbamos mucho. Y es más asequible a cualquier condición física. Finalmente, viendo la vida que hago y la condición de parte de mis amistades, me conformaré con que me arrojen por cualquiera de los puentes del Casco Viejo. Ahí lo dejo, amables gentes que me leéis. Si me sobrevivis, claro.

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