¿Puedo preguntarles por qué van a Marcona? nos dice el señor que recepciona las maletas en el bus. Nunca me he encontrado ningún guiri (esta palabra es mía, no recuerdo exactamente lo que dijo) que vaya a Marcona. Glups. Nos han dicho que es bonito y que tiene playas, respondemos con la boca pequeña. Sí, está muy bien, ustedes van a disfrutar. Respiramos aliviadas.
Pues Marcona, como tal, no está bien. Es una ciudad horrible, polvorienta, destartalada y llena de basura. Allí no se salva ni la Plaza de Armas. Es una ciudad minera, cerca hay una prósperas minas de hierro y la mayor parte de la ciudad son barriadas de casas bajas, hechas de bloques de cemento, construidas para los obreros de la mina y pintadas con mayor o menor fortuna, que no gusto. La mina está explotada por chinos, que la recibieron casi gratis en un momento en que Perú necesitaba inversores extranjeros a cambio de deshacerse de empresas estatales. Antes de la nacionalización había estado en manos estadounidenses. En 1993, momento de cesión a la empresa china Shongang, la población se redujo a la mitad, y los cadáveres de las casas que ocupaban entonces los trabajadores permanecen allí, en ruinas. Por la tarde llegan mogollón de autobuses a traer de vuelta a los trabajadores, todos con buzos naranjas bien reconocibles. A pesar de que era el fin de semana de la Semana Santa, no había mucha vida por las calles. Sí en los restaurantes y puestos callejeros, no parece que la gente cocine en casa.
Pero cerca está la costa, con la Reserva Natural de Punta San Juan y unas playas salvajes y vírgenes. Lástima de los vientos Paracas, que se levantan por la tarde y hacen la estancia en las playas menos confortable. Diría que el entorno es casi más árido que la zona de Paracas. Y eso es mucho decir.
En realidad, esta pequeña reserva pertenece a una Reserva más amplia, la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, que comprende más de 22 islas, entre las que se encuentran las Islas Ballestas, y 11 puntas guaneras, todo a lo largo de la larga costa del Perú.
La llegada al mirador fue poco gratificante. A un lado está el muro que protege la Reserva, y al otro las montañas de piedras. Al día siguiente, que hicimos la visita guiada por la Reserva, nos enteramos de que las montañas de piedra están porque la zona es una cantera de piedra Dolomita, y que en pandemia habían aprovechado para traspasar los límites y acercarse peligrosamente a la zona protegida. El muro es horroroso pero está claro que necesario. Los carteles de disparos eran por las detonaciones de la cantera, no por el ejército haciendo prácticas de tiro, que es lo que nos habíamos imaginado. Aunque sea igual de poco tranquilizador.
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Algo hay que ver ahí. |
Recorrimos con un guía toda la costa cercana. Hay playas maravillosas, y montón de formaciones rocosas, algunas de las cuales tienen formas reconocibles. Con otras se les ha ido un poco la imaginación, pero el turismo es lo que tiene, hay que vender.
Volvimos a las playas por nuestra cuenta, las más lejanas están a una hora caminando, las más cercanas a 15 minutos, no es mucho si tienes todo el día. Ni siquiera intentamos mirar precios de taxis.
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Lo blanco es el guano. |
La razón de proteger las puntas guaneras radica en la importancia que el guano tuvo, y todavía tiene, en el Perú. El guano es utilizado como fertilizante (30 veces más eficaz que el estiércol) y fue durante años un producto de exportación que aportó gran riqueza al Perú. Exportaban millones de toneladas a Europa. Pero la sobrepesca y fenómenos climáticos extremos relacionados con El Niño, que cambiaron la temperatura del agua del mar, diezmaron la población de anchoveta, alimento esencial para las aves guaneras, y la producción de guano se redujo drásticamente. De ahí la creación de estas Reservas. Hoy su explotación está nacionalizada y se utiliza para consumo interior.
Marcona tiene mucha tarea si quiere potenciarse como destino turístico. Está relativamente cerca de Nasca, cuyo único aliciente son su famosas líneas, y tiene un clima mucho más apetecible que allí. Tiene playas y la Reserva de Punta San Juan, donde se ven muchas aves, lobos marinos y algún que otro pingüino, y eso le gusta a la gente. Pero también gustan calles paseables, aceras transitables y la limpieza, y ahí tienen trabajo hasta hartar.
Podemos dar fe de que Eva y yo, y una pareja de alemanes, fuimos los únicos extranjeros. Algún que otro limeño, una familia de Arequipa... algo de turismo nacional había. Pero poco guiri. Con deciros que nos encontramos en el mirador con una trabajadora de una agencia de tours, y nos preguntó a ver si éramos las que estábamos alojadas en el Hotel San Martín...
Sólo nos quedaban dos días, que aprovechamos para estar en Lima, antes de poner rumbo a casa. En fin... todo se acaba. Y este viaje toca a su fin.
C'est fini!!
Bukatu da, se acabó!!