lunes, 12 de mayo de 2025

PERÚ: GENERALIDADES


Perú es un país enorme. Si no me dio tiempo a conocer Chile en profundidad,  qué decir de Perú, que es bastante más grande y he estado la mitad de tiempo. Tiene 28 de los 32 climas que hay en el mundo, porque aunque está muy cerca del ecuador la corriente de Humboldt condiciona mucho su clima, y están los Andes y la selva amazónica.. Posee un acervo cultural impresionante que va mucho más allá en el tiempo que el período inca, como hemos ido aprendiendo durante todo el viaje. Hemos acabado hablando de chavines, waris, paracas o moches como si los conociéramos de toda la vida, incluso los ordenamos en el tiempo sin equivocarnos demasiado.

La gastronomía también es variada, casi tanto como el clima. Lo único que hemos echado en falta han sido las verduras, no hay platos de sólo verduras y que las hagan a la plancha, limpias, es una misión imposible. Como mucho, algún que otro trozo de brócoli o coliflor en las ensaladas. Las raciones son abundantes, lo que ha supuesto un poco de problema cuando nos hemos quedado Eva y yo, porque no podíamos probar muchas cosas. Si pides dos platos acabas pidiendo un túper, y si estás de hotel no es una opción. Hemos comido fenomenal, a pesar del cilantro y del picante: ceviches muy diferentes (no he conseguido saber si se escribe con b o con v, lo hemos visto indistintamente), pescados y mariscos, sopas (estas decían que maravillosas, yo no soy muy sopera, sobre todo si tienen muchos náufragos, como es el caso allí), patatas en todo tipo de preparaciones, destacando las causas, cuy (sí, allí se comen las cobayas), pollo o vaca (que le llaman lomo) saltado, rocoto (pimiento) relleno... Habré recuperado alguno de los kilos que dejé en Chile.

Ahora que llevo un tiempo en Bilbao, he sacado algunas conclusiones del viaje. 

La primera, que estoy feliz de no haber tenido que conducir. No hay vena albanesa ni croata que te haga sobrevivir a conducir en las grandes ciudades peruanas, ni en algunas de sus carreteras. 

La segunda, que cuidan mucho al turista, hasta demasiado. Supongo que quieren dar una buena impresión, que hablemos bien del Perú, pero a veces es hasta agobiante, parece que nos toman por gilipollas. Otras veces hasta se agradece, cuando no te dejan a tu aire hasta que aparece el taxista de turno, o te abren la puerta del hotel. Cuando coges un bus, te pasan un detector de metales. El detector suena todo el rato, pero no importa. Yo llevaba la navaja del monte y ni se molestaron en mirar. Espero que nadie llevara ninguna pistola porque no se iban a enterar. También vimos cómo les hacen un control de alcoholemia a los chóferes antes de empezar la ruta, y lo graban en video.

Sería para mantener las apariencias, porque si escuchas a los peruanos hay una inseguridad brutal, aunque nosotras no hemos tenido sensación de inseguridad ni miedo en ningún momento. Te desaconsejan que cojas taxis por la calles: nosotras hemos funcionado con Uber o con taxis apalabrados con los alojamientos a los que hemos ido. Cuando hablamos con la del hotel de Marcona, su expresión fue: podéis coger cualquier taxi o moto taxi cuando lleguéis, aquí todavía se puede andar tranquilamente. No he podido quitarme ese TODAVÍA de la cabeza. Y no me extraña. Todas las mañanas en la tele y todas las portadas de periódicos hablan de atracos y de muertos. Porque todas esas personas también nos han mencionado a sicarios (casi siempre venezolanos) que se dedican a extorsionar a pequeños comerciantes y empresarios. A fecha de hoy, hay más de 600 asesinados a tiros por ese motivo en lo que va de año. Es una barbaridad. Ya comenté en la entrada sobre Lima que habían matado a un cantante y que el ambiente andaba revuelto. Lo peor es que te lo cuentan con resignación, no quieren más que que las autoridades hagan algo, y eso ya sabemos lo que significa. La verdad es que si el país funcionara como en las zonas turísticas cuidando de los turistas en todos sus otros aspectos, habrían acabado con el problema y el Perú sería una potencia mundial.

Eva y yo estuvimos otros dos días en Lima antes de coger el avión de vuelta, y anduvimos muy tranquilas. Es más, por primera vez en el hotel nos explicaron qué buses podíamos utilizar y nos hubieran prestado la tarjeta que necesitas para ello, su Barik, para entendernos. Caminamos por diferentes barrios, incluso encontramos un concierto (de heavy) en una placita cerca de un estadio donde iba a haber un concierto de cumbia, y vimos gente viviendo su vida tranquilamente, pero el problema de fondo ahí está, a lo que se ve.

Hablando de que quieren que las autoridades hagan algo, la realidad es que todas, absolutamente todas las personas con las que hemos hablado mencionan, además de la violencia, la corrupción. La corrupción en todos los estamentos. Te cuentan con total naturalidad que no se acometen ciertas obras porque son a largo plazo y los gobernantes no podrían chupar de ese bote durante su mandato. La corrupción está instalada en todas las categorías de la administración. En este momento tienen 4 expresidentes en prisión. Algunos están poniendo su esperanza en el actual alcalde de Lima, un empresario que parece que está gestionando bien los recursos y está haciendo que Lima mejore en infraestructuras. Aunque he investigado al tal Rafael López Aliaga, y es una pieza de cuidado: ultraconservador, miembro del Opus, practicante de la abstinencia sexual y de la autolesión, provida y anti todo lo que suponga derechos sociales y mejora de las minorías. Pero como ya es rico, se creen que no va a robar más que lo justo. Criaturas. Otros de los candidatos es uno que se vende como el Bukele peruano y otra, la hija de Fujimori. Y así hasta más de 40. No lo tienen fácil, no.

Mucho tendrán que cambiar las cosas para que la mínima mejora llegue fuera de Lima. Las carreteras son un desastre, el urbanismo una chapuza, la agricultura se sostiene por la mano de obra de innumerables personas y no está nada mecanizada. He visto arados tirados por bueyes y un solo tractor pequeño. La mayoría de la gente se dedica al comercio, pasándose el día en su puestito esperando vender algo.

En Trujillo y en Palpa (ciudad por la que pasamos en bus) vi Coliseos de Gallos, investigué y están permitidas, tienen una excepción en la ley sobre maltrato animal. También me llamó la atención que haya puestos de flores frescas en todos los mercados, todos los días, al lado de puestos destartalados y poco higiénicos vendiendo cualquier cosa sin gusto.

En muchas ciudades y pueblos tienen fuentes y estanques que en algún momento tendrían juegos de agua, pero ahora todas las que hemos visto están apagadas y sin agua. Menos en Lima, que hay un parque del Agua con espectáculo de luces y agua. De pago. 

Una cosa para la que no hemos conseguido hilar ninguna teoría son las casas sin acabar: ferrallas como para levantar el siguiente piso, paredes de ladrillo visto sin lucir, sólo arreglan o pintan las fachadas. Al principio pensamos que sería por falta de recursos, pero no pueden ser que todos sean pobres, y también se ven casas luxuri con la fachada estupenda y también sin lucir. Después pensamos que es su costumbre porque antes las casas eran de adobe y no se pintaban. También podría ser que como construyen las casas unas pegadas a otras, que para qué las van a lucir si vendrá alguien y ya lo tapará. No hemos conseguido establecer la razón, pero afea un montón las poblaciones, ya de por sí poco agraciadas excepto que tengan un pasado colonial. Y algunas ni así, la verdad es que se salvan bien pocas poblaciones.


Ha sido una pena no acercarnos a la selva. Todavía era época de lluvias y no merecía la pena ir (ir pa'ná...) y me he quedado con las ganas de hacer el treck de Santa Cruz, en la Cordillera Blanca, pero para eso hay que elegir mejor las fechas. Y nos han quedado zonas por ver, algunas culturalmente muy interesantes, otras de naturaleza salvaje. Pero un mes da para lo que da, y creo que el mío ha sido un mes muy bien aprovechado. Las gentes del Perú me han resultado muy amigables, y el país muy diverso e interesante. Muy recomendable. Eso sí, cansado. Hay tanto para ver... No suelo ser yo de viajes organizados. Pero si se quiere sacarle chispas al tiempo, y uno no dispone de mucho para ir viajando tranquilamente a tu bola, creo que este sí es un destino propicio para ello.


miércoles, 23 de abril de 2025

MARCONA


¿Puedo preguntarles por qué van a Marcona?
nos dice el señor que recepciona las maletas en el bus. Nunca me he encontrado ningún guiri (esta palabra es mía, no recuerdo exactamente lo que dijo) que vaya a Marcona. Glups. Nos han dicho que es bonito y que tiene playas, respondemos con la boca pequeña. Sí, está muy bien, ustedes van a disfrutar. Respiramos aliviadas. 

Pues Marcona, como tal, no está bien. Es una ciudad horrible, polvorienta, destartalada y llena de basura. Allí no se salva ni la Plaza de Armas. Es una ciudad minera, cerca hay una prósperas minas de hierro y la mayor parte de la ciudad son barriadas de casas bajas, hechas de bloques de cemento,  construidas para los obreros de la mina y pintadas con mayor o menor fortuna, que no gusto. La mina está explotada por chinos, que la recibieron casi gratis en un momento en que Perú necesitaba inversores extranjeros a cambio de deshacerse de empresas estatales. Antes de la nacionalización había estado en manos estadounidenses. En 1993, momento de cesión a la empresa china Shongang, la población se redujo a la mitad, y los cadáveres de las casas que ocupaban entonces los trabajadores permanecen allí, en ruinas. Por la tarde llegan mogollón de autobuses a traer de vuelta a los trabajadores, todos con buzos naranjas bien reconocibles. A pesar de que era el fin de semana de la Semana Santa, no había mucha vida por las calles. Sí en los restaurantes y puestos callejeros, no parece que la gente cocine en casa.

Pero cerca está la costa, con la Reserva Natural de Punta San Juan y unas playas salvajes y vírgenes. Lástima de los vientos Paracas, que se levantan por la tarde y hacen la estancia en las playas menos confortable. Diría que el entorno es casi más árido que la zona de Paracas. Y eso es mucho decir.

En realidad, esta pequeña reserva pertenece a una Reserva más amplia, la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, que comprende más de 22 islas, entre las que se encuentran las Islas Ballestas, y 11 puntas guaneras, todo a lo largo de la larga costa del Perú. 


El primer día fuimos andando a recorrer un poco la costa para hacernos una idea del sitio. Queríamos llegar por los acantilados hasta un mirador, el de la Punta de San Juan, para ver si podíamos pasear por la Reserva. Craso error. Después de ver un par de playas seguimos bordeando la costa, pero llegamos a unas zonas de amontonamientos de piedras que pensamos que eran los restos dejados por los mineros que habrían explotado aquella zona. Aparecieron carteles de "Cuidado, disparos", y nos dimos media vuelta.


La llegada al mirador fue poco gratificante. A un lado está el muro que protege la Reserva, y al otro las montañas de piedras. Al día siguiente, que hicimos la visita guiada por la Reserva, nos enteramos de que las montañas de piedra están porque la zona es una cantera de piedra Dolomita, y que en pandemia habían aprovechado para traspasar los límites y acercarse peligrosamente a la zona protegida. El muro es horroroso pero está claro que necesario. Los carteles de disparos eran por las detonaciones de la cantera, no por el ejército haciendo prácticas de tiro, que es lo que nos habíamos imaginado. Aunque sea igual de poco tranquilizador.

Algo hay que ver ahí. 

Recorrimos con un guía toda la costa cercana. Hay playas maravillosas, y montón de formaciones rocosas, algunas de las cuales tienen formas reconocibles. Con otras se les ha ido un poco la imaginación, pero el turismo es lo que tiene, hay que vender. 

Volvimos a las playas por nuestra cuenta, las más lejanas están a una hora caminando, las más cercanas a 15 minutos, no es mucho si tienes todo el día. Ni siquiera intentamos mirar precios de taxis.

Lo blanco es el guano.

La razón de proteger las puntas guaneras radica en la importancia que el guano tuvo, y todavía tiene, en el Perú. El guano es utilizado como fertilizante (30 veces más eficaz que el estiércol) y fue durante años un producto de exportación que aportó gran riqueza al Perú. Exportaban millones de toneladas a Europa. Pero la sobrepesca y fenómenos climáticos extremos relacionados con El Niño, que cambiaron la temperatura del agua del mar, diezmaron la población de anchoveta, alimento esencial para las aves guaneras, y la producción de guano se redujo drásticamente. De ahí la creación de estas Reservas. Hoy su explotación está nacionalizada y se utiliza para consumo interior.

Marcona tiene mucha tarea si quiere potenciarse como destino turístico. Está relativamente cerca de Nasca, cuyo único aliciente son su famosas líneas, y tiene un clima mucho más apetecible que allí. Tiene playas y la Reserva de Punta San Juan, donde se ven muchas aves, lobos marinos y algún que otro pingüino, y eso le gusta a la gente. Pero también gustan calles paseables, aceras transitables y la limpieza, y ahí tienen trabajo hasta hartar. 

Podemos dar fe de que Eva y yo, y una pareja de alemanes, fuimos los únicos extranjeros. Algún que otro limeño, una familia de Arequipa... algo de turismo nacional había. Pero poco guiri. Con deciros que nos encontramos en el mirador con una trabajadora de una agencia de tours, y nos preguntó a  ver si éramos las que estábamos alojadas en el Hotel San Martín... 

Sólo nos quedaban dos días, que aprovechamos para estar en Lima, antes de poner rumbo a casa. En fin... todo se acaba. Y este viaje toca a su fin. 

C'est fini!! 

Bukatu da, se acabó!! 


lunes, 21 de abril de 2025

PARACAS


La cultura Paracas nos había suscitado mucha curiosidad. Habían tenido muchos avances en telares y tejidos, y enterraban a sus muertos en cuclillas envueltos en suntuosos mantos. Queríamos ver el Museo de Julio C Tello, y, de paso, pillar un poco de playa. Así que hacia allí nos dirigimos Eva y yo, hacia la ciudad de Paracas, 260 km. al sur de Lima. Bus nocturno desde Huaraz a Lima, transbordo y otro bus a Paracas. 

Paracas. En quechua Para es viento y acca arena. Damos fe. El primer día fuimos a dar un paseo a lo largo de la costa, y en cuanto nos pusimos a expensas del viento soplaba que daba gusto. No es la expresión más acertada, era más bien desagradable, nada de gusto. Todas las tardes se levanta, a lo que se ve.

Es una localidad muy turística, punto de salida para los barcos que van a las Islas Ballestas, islas que albergan gran cantidad de leones marinos, aves y pingüinos Humbolt. Está a las puertas de la Reserva Nacional de Paracas, una zona desértica con playas y espectaculares paisajes áridos, en la que se encuentra el Museo Tello que queríamos visitar. Si no fuera porque las playas urbanas tienen mucha vida verde en su orilla, sería un destino casi perfecto para unos pocos días. 

El Museo me resultó decepcionante. El edificio es superchulo, está perfectamente acoplado en el paisaje, y la exposición, muy bien presentada. Pero casi no había telas, mantas o tapices, y ni una sola momia. Nada que ver con lo que habíamos visto en los museos de Lima o yo en el Precolombino de Santiago. No encontramos ningún sitio donde ver tejer, y sólo uno donde comprar alguna cosa decente. La guía nos había creado unas expectativas que no se cumplieron para nada.

Pero la Reserva nos encantó. Unos paisajes áridos, colores rojos, amarillos y blancos resaltando contra el mar, una pasada. A pesar de la masificación (entramos en los feriados de la Semana Santa y miriadas de limeños invadieron Paracas), estuvimos casi solas en una de las playas. Otro de los días no hubo tanta suerte, pero así y todo nos dimos unos estupendos baños. No hay transporte público así que nos hicimos el business con un taxista para que nos llevara y volviera a buscarnos. Como nos sobraba un día, hicimos el tour en barco por las Islas (navegar siempre es agradable,  no te dejan bajar) y nos fuimos una tarde a conocer Pisco, localidad nada turística y poco agraciada porque, para variar en este país, quedó prácticamente destruida en un  terremoto en 2007.

Como no hicimos el Trek Santa Cruz, nos sobraban unos días antes de volver a Lima para poner rumbo a casa. Desde Paracas intentamos currarnos alguna alternativa. Manejamos diversos destinos, le dimos mil vueltas a qué hacer: Ayacucho y su Semana Santa (no me gusta nada ese rollo, pero una vez de estar aquí hacer un estudio sociológico podría haber sido interesante), Huancayo y una rutas de monte... pero las conexiones desde Paracas no eran fáciles, el pronóstico del tiempo en esas zonas no era halagüeño y no queríamos pasarnos media vida en diversos buses. En el alojamiento de Paracas un folleto se cruzó en nuestro camino. En el de Eva, para ser exactos. Marcona y sus excelencias, Marcona paraíso turístico o algo así. Una localidad costera con otra Reserva y más playas. Paracas se estaba poniendo insoportable de gente, y tampoco teníamos nuevos alicientes, así que decidido. A Marcona. 

Playa de Yumaque, foto hacia un lado
y al otro desde el mismo punto.



miércoles, 16 de abril de 2025

HUARAZ Y PARQUE NACIONAL DE HUSCARÁN


Hicimos campamento base en Huaraz para poder conocer el Parque Nacional de Huscaran y las Cordilleras Blanca y Negra.

Huaraz es una ciudad caótica, desordenada, frenética. Si caminas por la calle mogollón de coches te pitan por si quieres montar. La mayoría son taxistas piratas. El tráfico es tremendo y el ruido insoportable. Dentro de la ciudad casi el único atractivo es un museo, el Regional de Ancash, donde hay una estupenda colección de antiguas esculturas de piedra, y alguna cabeza "clava", cabezas de piedra que se clavaban en las fachadas con formas zoo o antropomorfas, con expresiones que, según algunos, van ilustrando la transformación de las facciones de los chamanes a medida que van entrando en trance tras la ingesta de alucinógenos. 

Si en Trujillo lo de los minibuses colectivos era estresante, aquí casi más. Tienen el mismo funcionamiento, aunque ahora ya sabemos que son públicos. Debe ser que les marcan objetivos o algo, porque si no no se entiende. Nos hemos hecho expertas en subir y bajar a toda ostia.

Los dos picos del Huscarán 

Huaraz se encuentra en lo que llaman el Callejón de Huaylas, valle que separa la  Cordillera Blanca de la Cordillera Negra. La primera llamada así por razones obvias, aunque últimamente sus picos no están siempre blancos, y la segunda, por contraste. La Cordillera Blanca es la cordillera tropical más alta del mundo, -10/-15° es lo más que baja la temperatura. Alberga el Parque Nacional de Huscarán. El Huscaran es el 5° monte más alto de América. Y como de algo hay que presumir, en este caso es de que el Hascaran es el más difícil de escalar.

La ciudad quedó prácticamente destruida en un terremoto en 1970. Sólo queda una calle con casas de antes, pero al final no se dio la ocasión de ir a verla. 

El día que llegamos subimos a un mirador, el Mirador Rataquenua, para hacernos una idea de cómo es Huaraz y empezar a aclimatarnos a la altura. Huaraz está a 3000 m. de altitud. Se supone que podíamos estar ya aclimatadas, pero como habíamos estado un par de días en Trujillo no sabíamos cómo iban a responder nuestros cuerpos. Desde el mirador se ve toda la ciudad y el comienzo del Callejón de Huaylas. 

Al día siguiente subimos por nuestra cuenta a la Laguna Willcacocha, en la Cordillera Negra, para ver cómo nos iba caminando y tantear otro poco el tema de la altura: 600 m de desnivel en 3,8 km. Despacito despacito, nos fue bien, y disfrutamos mucho del sitio, una majada pastoril donde vive gente, con una lagunita muy cuqui.

Después, ya con guía y en tour particular, visitamos las lagunas de Llanganuco, uno de los días, y de Parón otro día. La niebla nos dejó ver a ratos los altos picos nevados. Otro día me fui sola, en un tour colectivo, a la Laguna 69. Aquí, o haces picos, que no estaban a nuestro alcance, o vas a lagunas. 

Eva y yo habíamos venido con la idea de hacer el Trek Santa Cruz, un trek de 4 días que pasa por ser uno de los más bonitos no sólo de la zona, sino del mundo. Ahí es nada. Pero la temporada de lluvias se estaba alargando, llovía todos las tardes y las zonas de los campamentos estaban todavía anegadas, por lo que nos desaconsejaron hacerlo. Como teníamos un dinero adelantado, lo aprovechamos para hacer las salidas con un guía de montaña (Pablo, de Andean Raju Expeditions) y nosotras solas, en lugar de en tours colectivos donde se camina menos. 

A las lagunas de Llanganuco se llega en coche. La mayoría de la gente llega, se saca las consabidas fotos y se vuelve. Nosotras bajamos caminando 4 km. Por el Sendero M° Josefa, inmersas en un bosque de quenuales, árboles de coeteza caso naranja que se pela en finas capas, y que son los que más arriba crecen, hasta 4200 m. Muchos árboles estaban plagados de bromelias, y la mezcla de colores era espectacular. 

Invernaderos altos, rosas. Plásticos bajos, fresas.

Es asombroso ver plantaciones de arándanos, de fresas e invernaderos de rosas a más de 3700 m de altitud. Eso de Cordillera tropical tiene su punto.

El día de la Laguna Parón Concha y yo subimos hasta un mirador desde el que había una vista espectacular. Lástima de la niebla, que no nos dejó disfrutar plenamente del espectáculo. 

Una de los días nos pararon en Yungay, donde se visita su cementerio. En realidad no lo es, es que el pueblo y sus más de 20000 habitantes quedaron sepultados bajo más de 30 m de material arrastrado por un desprendimiento de un trozo enorme de glaciar y, por lo tanto, de nieve, piedras, rocas, durante el mismo terremoto que destruyó Huaraz. Fueron apenas 45 seg de terremoto, 7,9°, suficientes para causar una gran destrucción y el trágico desprendimiento. 

Ya solas Eva y yo (Concha y Rakel se habían ido a Lima camino ya de Bilbao), nos apuntamos a tour colectivo a Chavin de Huantar. El lugar es un centro ceremonial de la cultura chavín, una de las civilizaciones más antiguas y sofisticadas del Perú (la guía dixit), y que fue tomando forma durante más de mil años en una época época anterior a Cristo. Ahí queda la unica cabeza clava que hay en su emplazamiento original, además de los restos de un templo y galerias subterráneas. Empezamos bien: unas lugareñas se fueron a desayunar con total tranquilidad.  Tardaban. "Es que pidieron pescado, y en el restaurante se están demorando" como si la culpa fuera del restaurante. Ya estábamos en el bus, y nos pidieron cambiar a otro, "que lo vamos a estrenar". Y de verdad estrenar, el bus llegó con todos los asientos con los plásticos puestos. Y grabación de vídeo promocional incluido, hasta nos pidieron aplausos. Inenarrable documento, sobre todo si les sale mi cara en el video. Total, que salimos más de media hora tarde. Parada a desayunar, se alarga la cosa, parada en Laguna Queracocha para fotos, se alarga más la cosa. Visita al sitio arqueológico. Se alarga. Visita al museo. "Sólo 15 minutos, saquen sus fotitos y salgan". Ni caso. Cerraron el museo y todavía había gente dentro. Almuerzo. Y Eva y yo ya a punto del ataque. Habíamos calculado que teníamos que salir a las 5 de la tarde para andar tranquilas: recoger las maletas del hotel, cenar algo e ir al bus que nos iba a llevar a nuestro nuevo destino. Al final, salimos más tarde de las 17:30. Castigadas sin cenar. Y la guía se enrolló y pidió un taxi para que nos llevara del bus al hotel, nos esperara y nos llevara a la parada del bus. Qué maja, diréis. No tenía por qué, lo sé pero... ¡qué menos después de tanta inoperancia!

Conclusión: nunca más ir en un tour de sólo peruanos, con una guía haciendo honor a su nacionalidad. Su ritmo no está hecho para nosotras, sobre todo si tienes un compromiso posterior en forma de bus.



viernes, 11 de abril de 2025

TRUJILLO Y ALREDEDORES


El viaje a Trujillo fue un poco relámpago. Llegamos casi de noche, y estuvimos sólo dos días, y no completos, porque el segundo cogimos un bus nocturno a las 20:30. Cusco-Lima, Lima-Trujillo. En avión. El viaje nos regaló uno de los atardeceres más bonitos que he visto en mucho tiempo. Prolongado, además, porque desde encima de las nubes se siguieron viendo los colores rojos, anaranjados, amarillos... por más de una hora. Espectacular. 

Una pena estar tan poco tiempo, porque me ha parecido que la ciudad tenía mucho para vivir. No tanto para ver. No es especialmente turística, apenas vimos unos pocos guiris. Pero se veía ambiente. Uno de los días hasta pillamos una feria de K-pop que incluía un concurso o demostración de imitaciones de grupos de ello la mar de curiosa.

Trujillo se llama así porque Pizarro era del Trujillo cacereño, y quiso darle su nombre a un lugar que tenía en muy alta estima. 

La consabida Plaza de Armas está rodeada de numerosos edificios de colores, incluyendo la catedral que es amarilla mostaza. Y los palacios tienen unas enormes ventanas enrejadas, muy trabajadas. Superchulas. De hecho, las fachadas pintadas de tonos pastel y la refería de sus casonas y palacios son los rasgos distintivos de la ciudad.

Muchos de esos palacios tienen apellido vasco: Urquiaga, Iturriaga, Chopitea... Simón Bolibar también anduvo por allí. Pero no investigué mucho sobre ello. 

Vimos una Casa del Pueblo. Lógicamente, no era del PSOE. Entramos por curiosidad. Sí era de un partido,  el APRA, y los señores que andaban por allí nos dieron toda suerte de explicaciones. 

Si te dedicas a recorrer los alrededores de Trujilo, y dependiendo de hasta dónde pongas el radio de acción, sí hay mucho que ver y hacer. 

Nosotras empezamos por la Huaca de La Luna, porque la del Sol no se puede visitar, aunque se ve a lo lejos. Son dos templos con forma de pirámide que construyeron los moches, una cultura preincaica. En las paredes de La Huaca de la Luna hay algunas formas talladas y policromadas, aunque es más lo que te tienes que imaginar que lo que se ve en realidad. Y como hubo unas lluvias torrenciales parece que se ha dañado parte de la estructura que protege el yacimiento, hay una parte que no se puede visitar y que a lo mejor era más espectacular que lo que vimos. A mí me decepcionó la visita.

Otro de las visitas es el yacimiento arqueológico de Chan Chan. Fue la iudad más grande de la América precolombina, y la capital del imperio Chimú, una de las culturas preincaicas. Es todo de adobe. Una pasada. Aunque mucho está reconstruido y eso le quita valor. Pero a mí me gustó mucho. 

Huanchaco era una aldea de pescadores y ahora es la zona de playa de Trujillo, a unos 15 km. Todavía quedan ukosnpoxos pescadores que salen a la mar mintados en sus caballitos de totora, que es como llaman a sus frágiles embarcaciones. Tiene una playa muy larga, y, por fin, chiringuitos con terraza. El viaje hasta allí en un colectivo fue inenarrable. Además del chófer va otra persona en el minibus, que es la que cobra y que va cantando el destino a voces por la ventanilla. Llegamos a la conclusión de que son privados, y que es por eso que van intentando captar clientes a voces, incluso cuando todos los asientos van ocupados. Y te meten prisa para subir, y casi más para bajar. Si pudieran, no pararían. Y se van adelantando unos a otros para llegar antes a las paradas. Una locura bastante divertida. 

Dimos un paseo, comimos estupendamente, y nos dimos un amago de baño, porque la mar estaba bastante revuelta, y había que andar con cuidado. La temperatura del agua: como en La Salvaje en verano.

Arriba están superpuestos 
los dos de abajo. Imaginación. 

Nos quedamos con las ganas de ir al Complejo Arqueológico El Brujo a ver a la Señora de Cao, una momia de una mujer mochica, tatuada, que habría sido una de las primeras gobernantes de la región y habría expadido la cultura moche por toda la región. Bastante gente nos había hablade ella cada vez que comentamos que íbamos a ir a Trujillo. Pero todo no puede ser, así que pusimos rumbo a la Cordillera Blanca para ver más paisajes naturales y menos ruinas.














lunes, 7 de abril de 2025

MACHU PICHU


Como iba diciendo, desde Ollantaytambo hay que coger un tren que te lleva a Aguas Calientes. Y allí un bus que te sube a Machu Pichu. No hay otra manera de llegar, a no ser que se vaya por alguno de los Caminos Incas, andando.

El viaje el tren es una delicia. Todo el trayecto va siguiendo el curso del río, que bajaba embravecido. La temporada de llluvia estaba dando sus últimos coletazos. El montaje del tren es increíble. Deben de pensar que los turistas somos todos gilipollas. Te asignan una letra en el billete, una persona con un estandarte portando esa letra da voces, y te lleva en alegre biribilketa hasta el vagón que tiene tu letra. Que la tiene bien grande. Y si digo biribilketa es porque los porteadores de letras van bajando con música y bailando. Más tarde, ya en el vagón, dos pobres trabajadores del tren representaron/cantaron una leyenda inca. Inenarrable. No nos merecíamos semejante performance. Pero se te hace el viaje más corto, hay que reconocerlo.

Aguas Calientes es un pueblo absolutamente anodino, caro, lleno de hospedajes y restaurantes sin encanto, por el que nadie pasaría si no fuera porque es el único punto de entrada a Machu Pichu. O llegas caminando, o pasas por Aguas Calientes. 

En Aguas Calientes hay que coger un bus. Más de lo mismo. Montón de currelas dirigiendo a los turistas a los buses. Como si no supiéramos hacer cola e ir montando en los buses hasta que se llena uno, se va, y te tienes que montar en el siguiente. El  bus sube pegado a un desfiladero los casi 400 m de desnivel que hay que superar para llegar a la entrada. El paisaje es fascinante, y las escarpadas paredes y las montañas que se van viendo, cubiertas de una exuberante vegetación que a mí me pareció tropical, tremendas. 

Machu Pichu podría ser una ciudadela inca más, si no fuera por su extraordinario emplazamiento,  su dimensión y la calidad de su construcción. Está enclavada en la cima de un peñón inexpugnable, con varias montañas detrás, lo que hace que su ubicación sea inigualable. 

Se ven las ruinas, más o menos completas, de 200 viviendas, bastantes Palacio,  dos templos y varios oratorio. Y las consabidas terrazas. En este caso, muchas son de cultivo, pero las hay también que servían de afianzamiento de los muros perimetrales.

Desde hace unos pocos años, hay que elegir entre tres circuitos a la hora de visitar Machu Pichu. Cada uno te permite ver sólo parte de la ciudadela. Hay que pensárselo muy bien, porque no admiten cambios.  Nosotras elegimos el número 3, que incluye la subida al Huayna Pichu, la pequeña montaña que está al fondo de las ruinas y que constituye parte inseparable en la típica estampa que todos tenemos en mente cuando imaginamos Machu Pichu. Pero no pudo ser, estaba cerrado. Había llovido mucho los días anteriores, había habido hasta inundaciones en algunas zonas, y la subida está plagada de escalones resbaladizos. Casi lo agradecimos. La subida es bastante potente y la altura nos tenía un poco desfondadas. Así que hicimos el número 2, que es el que te permite recorrer una gran parte de la zona baja de la ciudadela, y pasar por un mirador desde donde se puede hacer la foto más clásica. Salvando a las miríadas de gente que quiere hacer la misma foto.

Nos llovió bastante, pero la niebla se disipaba a ratos y nos permitió disfrutar de la visita y de las vistas. Como no dejan usar paraguas, capa y a correr. Ni la cantidad de gente, que debía ser poca comparando con la que habrá en temporada alta, ni la lluvia pudieron con nuestro ánimo. 

Menos mal que los conquistadores españoles no conocieron su existencia, si no igual hoy no podríamos disfrutar de esta maravilla. No fue descubierta hasta 1911, cuando un americano que andaba buscando una ciudad perdida donde él suponía que había escondidos fabulosos tesoros incas la encontró.

Parece documentado que los incas no contaban con mucho equipamiento de ingeniería para la construcción tanto de Machu Pichu como de tantas construcciones que hemos vistp. Nada de ruedas, palancas ni poleas. Sólo sogas, planos inclinados, cuñas, terraplenes, tierra, troncos. Y con eso levantaron muros, ciudadelas, templos increíbles. Las características de la construcción inca son la solidez, que son sismorresistentes, y la sencillez, a pesar de la monumentalidad de sus estructuras. No tiene apenas ornamentos, pero su simetría los hace singularlarmente bellos. Está claro que conocimiento tenían, y eso suplió toda las demás carencias. Y lo que más llama la atención: no usaban nada para unir las piedras que forman sus muros y paredes. Todo era puro encaje sin necesitar de ninguna argamasa. 

Me daba un poco de miedo la visita a Machu Pichu. Visitar un lugar tan visto en fotos, en reportajes, con una expectativa alta, era arriesgado. Pero ha pasado la prueba con nota. No defrauda. Es más. Me da igual repetirme para expresar lo que sentí. Es realmente impresionante.