Voy a desdecirme de lo que comenté sobre los ciclistas. Eso de que los ciclistas paran fue un espejismo del primer día. En Amsterdam es fácil pasar cualquier tipo de vía excepto los carriles bici. Los hay por doquier y el tráfico es denso, muy denso. Sobrevivo gracias a Jose, que cuidó de mi integridad con un tesón digno de mención, inasequible al desaliento. Y os aseguro que le di trabajo. Conclusión: eso de los carriles bici está muy bien cuando no los usa ni Dios. Pero cuando miríadas de lugareños (¿cuál es el genticilio de Amsterdam?) los usan, y encima tienen preferencia respecto cualquier otro tipo de ser u objeto que vaya por las calles, es un infierno.
Dejando aparte esta "molestia", Amsterdam me encantó. Callejear, terracear cuando el tiempo lo permite, es un gusto. Lo de los canales le da un toque especial al callejeo. Qué gozada tiene que ser tener un bote y moverte por ellos... Tiene muchos y estupendos museos (muy caros), e incluso fuimos a algún que otro concierto (uno fallido, pero había que intentarlo).
En cuanto al mundo mercadillo, los hay, y muchos, pero la globalización ha llegado también a ese mundo. No vimos nada diferente ni original, una pena.
El movimiento okupa está viviendo malos momentos. Vimos cómo están derribando algunos de los más emblemáticos, y han cambiado la legislación para dificultado la ocupación de nuevos edificios.
Os dejo aquí la única entrada que el Aventurero hizo sobre Amsterdam. Me parece raro que fuera sólo una, con la de rincones pintorescos que tiene la ciudad. ¿Estaría poco inspirado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario