Como ya he dicho, paramos un par de noches en Zamora, más o menos término medio de camino a Bilbao. Un par de noches. Suficiente. Llegamos a eso de las 7 de la tarde del día de Año Nuevo, y nos marchamos el día 3 por la mañana. Suficiente y de sobra. Lo visitable es poco más que un pueblito, y con día y medio se conoce de sobra.
Aquí no nos costó nada encontrar la calle de las tiendas globales. Es casi lo primero que vimos.
La zona de la catedral y el castillo merece una visita, y las aceñas también, tres ingenios hidráulicos a orillas del Duero muy bien conservados:un batán, mazo para conseguir un paño homogéneo y compacto; mazo o martinete, parte de una ferrería; y molino harinero. Al lado de la catedral está el museo de Baltasar Lobo , un escultor zamorano que huyó a París en la Guerra Civil, y en los alrededores del castillo han colocado algunas de sus esculturas. No conocía al tal Baltasar, y me gustó mucho.
Me gustó este trampantojo. |
Lo más chocante me han resultado las numerosas (más de 20) iglesias románicas que están repartidas por toda la zona histórica. Parece que están fuera de sitio, y que la ciudad creció esquivándolas. Estaban cerradas casi todas, excepto las que tenían un belén. Una pena.
La arquitectura moderna también está muy presente en el casco histórico, perfectamente encajada, sin estridencias.
De vuelta, aunque alargamos un poco el viaje por el desvío, paramos en la Villa Romana de La Olmeda, visita más que recomendable. Tiene unos mosaicos muy bien conservados y los paneles explicativos son breves y muy claros. Y hacen descuento al profesorado.